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miércoles, 9 de enero de 2013

Somos polvo.

¿Qué tenía ese camino de especial? No era más que una calzada de piedras que acompañaba a una carretera derruida. Niebla, oscuridad, soledad... ¿Qué la hacía única? ¿Él? Sí, él la hacía diferente.
   -Llegas tarde.- Vociferó la sombra que se erguía a una considerable distancia.
   -¿Cómo lo sabes? No tienes reloj.- Apuntó ella con sátira.
   -Si tengo.- Se defendió en susurros, claramente molesto. 
   -¿De qué te sirve sino marca la hora?-
   -La marca... ¡Ves! son las siete.-
   -Marca las siete desde...- Tragó saliva sonoramente y prosiguió.-Desde ese día.- Hizo un claro hincapié en la palabra "ese" 
Se acercó a la silueta, que había cobrado forma de muchacho a medida que se había ido acercando, y le obligó a sentarse en el banco que les había sido fiel eternamente.
   -¿Y hoy? ¿Qué hacemos hoy?-
   -Esperar.-
Forzó una sonrisa y miró de soslayo a su compañero. "Esperar"
Las prendas que vestía eran decrépitas, al igual que las suyas, y bajo la chistera que cubría su lacia y negra cabellera, se podía vislumbrar el pavor que bañaba sus ojos. ¡Qué ojos! Forjados en rubí y colocados allí para embelesar a todo aquello digno de su mirada. Y su pelo... su cuello, sus labios, carnosos y lívidos.
Su palidez... cadavérica y digna de ser comparada con la cal. Su busto... Dime, ¿Quién no querría esculpirlo?
   -¿Esperar a qué?-
   -A la muerte.-
   -¿Cómo morir si ya estás muerto? ¿Qué es morir? ¿Qué es vivir y sentir? Dime,¿Existe  diferencia alguna?-
De entre su camisa se asomaban unas clavículas marcadas, posó su dedo en ellas y las acarició. Era huesudo, como ella. Acercó su pómulo, gélido, al rostro del muchacho y masculló con las mandíbulas muy apretadas:
   -¿Estoy muerta?-
Sintió una punzada en el pecho, un glacial dolor que habría congelado toda la sangre que un día fluyó por sus venas, por su cuerpo. Se deshizo del sombrero que adornaba su sesera y se revolvió el pelo al no encontrar la respuesta que ella estaba esperando.
   -¿Sabes qué hora es?- Cuestionó con algo de vehemencia. -¿Lo sabes?-
   -¿Las siete?- Era una pregunta retórica, sabía la respuesta.
   -Las siete...-Examinó el artilugio y para la sorpresa de ambos, éste andaba. Andaba...
   -Las siete y algunos segundos. ¿Qué significa?-
   -Significa que hoy podremos descansar.- Extendió sus brazos con ímpetu y acogió a la muerte a la par que acogía a la joven en un abrazo. Eran polvo. Polvo que hasta las siete de otra eternidad seguiría vagando errantemente siendo aire por aquella especial y tan demacrada carretera.


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